MOMENTOS CIPFP CIUTAT DE L’APRENENT
Recuerdo cuando llegue por primera vez. Venía de años de ejercer la abogacía, no tenía experiencia previa y había pasado mucho tiempo de mi época de estudiante. No conocía ni el centro ni el barrio. Era todo nuevo pero estaba llena de ilusión.
Me impresionó. Era y es enorme. Estuve dos años, luego me dieron como destino el IES L’Om (Picassent) donde fui muy feliz, pero echaba de menos ese primer centro donde había disfrutado de cada uno de mis días por una serie de personas que allí encontré y que nunca olvidaré -muchas ya volvieron a sus lugares de origen, otras cambiaron de centro y algunas ya no están-.
Concursé y solo pedí ese instituto de mis recuerdos y hubo suerte. Me lo dieron.
Llevo ya años y he visto en lo que se ha transformado. No solo es que en la actualidad sea un centro integrado de FP sino que creo que estoy en un centro que tiene mucho que mejorar pero que atesora un gran potencial.
El Ciudad del Aprendiz está viviendo un momento muy interesante, en él se ha iniciado -así lo creo y deseo- una nueva época. Creo que estamos en un periodo especialmente ilusionante y prometedor.
Después de muchos años de trabajar en la más absoluta precariedad, en cuanto a medios tecnológicos, este curso hemos podido acceder a internet en casi todas las aulas. Podemos confiar en que la mejora continua ha llegado para quedarse. Hay un proyecto de centro que va a permitirnos impartir clase de forma acorde a lo que demanda el alumnado y sobre todo nos va a posibilitar el acceder a todo un mundo de posibilidades que hasta ahora no teníamos.
Pero realmente no creo que eso sea lo más importante de un centro educativo, sin que se deba desconocer su importancia. Hasta ahora mis clases se desarrollaban con pizarra y en contadas ocasiones con acceso a proyector, casi siempre con carencias en cuanto a medios y, a pesar de ello, siempre he tenido claro que allí quería estar.
Lo mejor de nuestro centro son las personas, profesorado, personal de administración y servicios y alumnado. Allí las hay de muchos tipos, docentes de clase magistral, aquellos que son más innovadores y los que avanzamos como podemos; el alumnado es de lo más variado, de hecho llegan de todos los lugares de la comunidad al ser un centro que cuenta con 11 familias profesionales con ciclos muy diferentes. El personal de administración, mantenimiento y conserjería es escaso pero hace una labor increíble.
Pero lo destacable, lo relevante es que trabajamos en un lugar donde es fácil crear vínculos. Es difícil explicarlo porque cuando se trata de sentimientos lo único que te acerca a ello es vivirlo pero sé que la gente que ha pasado por nuestro centro me entenderá.
Recuerdo con inmenso cariño a todos y cada uno de mis compañeros de FOL con los que he podido compartir algún curso y muchos momentos y, de manera muy especial, a aquellas personas que estuvieron en mi primera época, Leticia Tomás y Ana Belén Belio, de Zaragoza; María Diaz, de Asturias; Fernando, de Salamanca; María José García… estaban lejos de sus casas y eso hizo que fuera más estrecho el lazo. Éramos como una familia y forjamos una relación que con algunas aún hoy perdura. No creo que se pueda poner aquí todos y cada uno de los buenos ratos que compartimos y la de proyectos que se quedaron pendientes. Confío que llegará un día en el cual podamos retomarlos sin que importe el lugar o centro donde estemos. Todos esos docentes siempre serán para mí parte del Aprendiz, dejaron su impronta y una huella imborrable.
Pero sería injusto hablar solo de la relación con mis compañeros de especialidad. El profesorado de FOL imparte una materia que es transversal –los de inglés también saben bien de lo que hablo- y ello hace que en ocasiones estemos en tierra de nadie. Conlleva estar a expensas de la buena voluntad del resto de docentes o simplemente que recuerden que también formamos a sus alumnos, los de cada una de las familias profesionales.
En mi caso he gozado siempre de una extraordinaria complicidad por parte de todos. Desde aquellas familias que me gusta repetir año tras año –textil, madera, electricidad- hasta las que he llegado en este último tiempo -industrias alimentarias-. Es mágico el poder comprobar que al margen de especialidades a muchos nos une el amor por nuestro trabajo y el deseo de forjar lazos que nos permitan mejorar nuestra práctica docente, una práctica que deseamos sea transformadora para la vida del alumnado.
Los centros los hacen las personas y si no se implican ellas, si no se logra crear ese clima de colaboración y de pertenencia, no hay nada que hacer. Hemos pasado de todo, hemos vivido y seguimos viviendo tensiones y conflictos, pero al final siempre nos quedamos con lo bueno y todo acaba reconduciéndose.
Hay mucho que hacer y muchos proyectos que encarar pero esa cadena invisible que une a las personas es más fuerte que todos los problemas y todas las carencias que todavía afrontamos. Y sé que llegará el día en que podamos hablar de Ciudad del Aprendiz como un centro de referencia por la calidad de los profesionales que ha formado, pero sobre todo por la calidad de personas que han pasado por sus aulas.
Es un privilegio formar parte de esta comunidad educativa.
"La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
-Eduardo Galeano