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"YO, DANIEL BLAKE"


Retomo las clases sabiendo que ya entramos en la recta final del curso y que en breve estaré diciendo adiós a otro grupo de alumnos con los que he compartido muchos momentos.


A estas alturas ya han abandonado parte de los que empezaron. Este curso tengo que decir con tristeza que más de lo que solía ser habitual (unos pocos porque han encontrado trabajo pero la mayoría por sentirse superados o desmotivados con lo que habían elegido). Algo está fallando.


En la tercera evaluación afrontaremos el bloque de orientación y lo hago tras ver durante estas vacaciones la película de Ken Loach “Yo, Daniel Blake”. No es demagogia pero al terminar de verla pensé en una parte importante de mi alumnado de grado medio. Desde nuestra posición de privilegio en ocasiones perdemos de vista lo que es la realidad de muchos de ellos. Y sobrecoge.


Sobre todo me acordé de mis alumnos de madera. Es curioso eso del perfil de las familias profesionales, no creo mucho en ello, pero en esta familia tengo que reconocer que hay algo de verdad. En los últimos años siempre elijo ese grupo y puedo decir sin que resulte excesivo que destaca por su nobleza. Es como si fuera un requisito para entrar, y permanecer hasta el final, el ser buenas personas e inspirar confianza. Muchos de ellos proceden de diversificación y también es cierto que algunos no tenían como primera elección este ciclo pero los que resisten (nunca más de 15) se caracterizan por ser personas de maravilloso carácter.


Después de ver la película afronto el reto con más sensibilidad y más compromiso. Soy consciente de que es muy complicado ese objetivo de mejorar su empleabilidad. Ni que decir tiene que con ellos carece de sentido trabajar LinkedIn, videocurrículum y otros aspectos que de momento suenan a postureo. Incluso el networking me da algo de apuro con gente que carece de esas relaciones que te permiten abrir alguna puerta y que para ellos ni siquiera se percibe como posible.


Pienso que lo esencial será dotarles del mínimo de herramientas para poder afrontar la búsqueda de empleo con confianza pero lo más importante (sé que les mejora) es trabajar su autoconcepto y reforzar su autoestima.


Algunos de ellos no creen en sí mismos, no saben cuáles son sus cualidades, no son conscientes de ese valor añadido que tienen y que en este caso es “ser buenas personas”. Quizás han oído demasiadas veces lo que les falta y lo que no han logrado y no les han enseñado el poder de enfocarse en las fortalezas.


Y ahí entramos nosotros, sus profesores. Y para ello, entre otras cosas, me funciona siempre el “efecto Pigmalión”.


Será importante recordarles ese trabajo en el que algunos sobresalieron por su poder de comunicación y otros por la forma en la que superaron su miedo a hablar en público. Ese tema 1 de FOL (Derecho del Trabajo) que parecía que no iban a entender nunca y que consiguieron aprobar. O el hecho de lograr confeccionar una nómina partiendo de que muchos no sabían ni cómo se obtenía un porcentaje. Mucho esfuerzo ha hecho falta y vencer muchas ideas preconcebidas que traen consigo. Pero ahí están y esa es para mí la gran satisfacción de nuestro trabajo. El empoderarles, el hacerles sentir que son capaces y que para muchos de nosotros son importantes y dignos de alcanzar aquello con lo que sueñan y merecen.


Otros grupos siempre me dicen que son mis preferidos y no es cierto del todo pero creo que con ellos siempre se establece un vínculo especial. Son los que están dispuestos a acudir a cualquier acto que se organice y que les pueda proponer (día contra la violencia de género, minuto de silencio por el asesinato de una mujer, día de la mujer trabajadora… ), los que me preguntan por la frase que he puesto en el post-it de la mañana (saben que los pongo en el espejo del cuarto de baño) y los que siempre se despiden con “buen fin de semana, María”, pese a que los tengo los viernes a última hora hasta las 14,24 horas (lo cual es lo menos pedagógico del mundo). Son los que cada semana me dan el parte de cómo van las gradas que están construyendo para el proyecto de “aulas creativas” y los que me emocionan con esos detalles de buenos compañeros que tienen entre ellos al ayudarse. Y sí, ellos para mí son importantes y lo saben.


Y ya preparo la frase con la que trataré de hacerles sentir lo mucho que valen y que deben creer en ellos, en su potencial y en que la vida nunca se sabe que tiene preparado para cada uno de nosotros, por lo que no deben descartar nada, ni lo bueno.


 
 

¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín?”

-Arthur Rimbaud

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