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La vida qué rara a veces [cuento de Navidad]

Esa frase con la que mi hermana se expresaba una mañana soleada de este invierno, en una terraza de Valencia, ha estado resonando en mí desde ese momento. La vida es rara, sorprendente, incomprensible y algo mágica. Lo mismo que nos ocurre con la vida nos pasa con las personas.


Pero esta entrada no iba por ahí, o puede que un poco sí.


Los cuentos existen, pero no son como nos los contaban de pequeños, son diferentes, mejores. Y los profesores sabemos bastante de ellos. Los míos tienen nombre y apellidos y el de esta Navidad se escribe en femenino.


Tendría que remontarme al curso 2012/2013. En ese periodo impartí docencia en el PCPI de Confección y Moda. Ahora tenemos la FP Básica, otra posibilidad para cierto alumnado que si no fuera por estas alternativas se perdería para siempre.


Los Programas de Cualificación Profesional Inicial constituían una vía que permitía a chicas y chicos que no tenían el graduado mejorar su formación general y sus posibilidades de alcanzar un mejor futuro profesional. Tengo que reconocer que ese año solo tenía un grupo de PCPI, pero aquellos que han tenido alguna experiencia en estos programas compartirán conmigo que una hora a la semana conllevaba mucha dedicación. Mucho trabajo y bastante desgaste. La necesidad de adaptar el temario y hacerlo motivador era una tarea complicada, todo un reto, en muchas ocasiones infructuoso.


Ese curso conocí a Marian, no daré más datos sobre la protagonista y su biografía. Era una alumna muy seria, enfadada con el mundo y con la vida, pero con mucho amor propio y esa pizca de carácter que siempre es bueno para poder vencer barreras y limitaciones. Era de las pocas con algo de hábito de estudio y sacó unas buenas calificaciones. Tras finalizar ese curso accedió al Grado Medio de Confección. Yo no le di clase el primer año, tuvo a un extraordinario compañero de mi especialidad. A pesar de no coincidir no perdimos el contacto y cuando me encontraba por el centro me iba informando de sus buenas notas en FOL. En segundo sí que pude coger ese ciclo. Me gusta mucho esa familia profesional -al resto del departamento también- de ahí que no siempre tenga la oportunidad de tenerlos.


Marian cursó con éxito el ciclo y desapareció de mi vida.


Son tantísimas las personas que pasan por nuestras aulas que da algo de vértigo pensarlo. Vértigo y mucha emoción. Sobre todo cuando reaparecen sin esperártelo.


Como ya he contado alguna vez nuestro centro es enorme y los grupos numerosos. Los nombres me cuesta mucho retenerlos pasado un tiempo, pero las caras no las olvido fácilmente, soy buena fisonomista. Me los he ido encontrando en los lugares más dispares y siempre con mucha alegría. Hasta alguno me ha sorprendido en mi propia casa, al abrir la puerta para recibir al técnico de telefonía móvil y ver a un antiguo alumno de electricidad del IES L’Om de Picassent a quién había dado clase bastantes años atrás. Tras la sorpresa inicial siempre buscas tener un ratito de charla para recordar e interesarte por sus vidas. Y alegrarte porque ellos también se alegran. Muchos, además, acaban reconociendo que FOL era importante y que les ha sido útil. Ese es un guiño final de complicidad por tantos momentos, por tanto como les insistimos sobre lo necesario que es conocer como manejarse en el ámbito laboral.


Voy a retomar el cuento que me disperso.


A finales de este pasado octubre me avisan de que una antigua alumna ha llamado al departamento y necesita ponerse en contacto conmigo. Cuál es mi sorpresa cuando se da a conocer con unos pocos datos y me pide ayuda, desde Alemania.


En ese momento tenía prisa porque me esperaba otra clase y le facilité mi dirección de correo electrónico para así poder atenderle con algo de calma. Tras años de docencia y una media de 7 u 8 grupos diferentes por curso, la cantidad de personas a recordar es increíble. Pero fue colgar y venirme a la memoria su cara y su gesto algo serio.


Tal y como acordamos me manda un correo y me cuenta que después de terminar el ciclo formativo en nuestro centro descubre que quiere estudiar algo totalmente diferente y con ese propósito empieza el Grado Medio de Gestión Administrativa en otro instituto. Lo abandona en el primer curso, con una nota media de 9, para irse en pos de un desafío, un reto, un sueño.


Y allí que se fue, a Alemania, como se iba la gente antes y como se van los que carecen de una familia con recursos suficientes para pagar estancias en el extranjero. Marian se va a buscarse la vida, su propio destino, como Au Pair, sin tener ni idea de alemán. A demostrarse a sí misma que podía con el país, el idioma y la cultura.


Después de un tiempo viviendo allí, “con el idioma más bonito y difícil del mundo… y después de aceptar hasta la comida”, según me cuenta, toma la decisión de retomar los estudios ya que su nivel de alemán es bastante bueno.


Para estudiar allí necesita hacer una carta de presentación/motivación para darse a conocer a las empresas que le pueden contratar. Se trabaja para una empresa -como becario- y la empresa te busca la escuela. Sus dudas eran sobre cómo redactarla, cómo debía dirigirse a la misma, qué destacar para que les llamara la atención. Y ahí es cuando se acuerda de sus profesores de FOL.


Nos estuvimos escribiendo y me avisó que regresaba a España por Navidad. El jueves 21 quería venir al centro a vernos. Yo no tenía ni un hueco, solo el descanso de 20 minutos del almuerzo, pero le transmití que por favor me buscara. Y allí me la encontré, en la entrada del centro, radiante.


Un abrazo lleno de cariño y mucha emoción. Una foto para el recuerdo y un detalle de gratitud por su parte. Unas palabras de reconocimiento y de apoyo por la mía. Y así, en unos pocos minutos, sentir el poder transformador de la educación. La suerte que tenemos de formar parte de sus vidas, por pequeña que sea esa parte. Y gratitud inmensa hacia ellos por querer compartirlo.


El día de Nochebuena recibí un nuevo correo en el que me informaba que había obtenido respuesta de una empresa que le interesaba mucho. Le iban a hacer una entrevista y una prueba. El 15 de enero será su día y, según me comentaba, había llorado de emoción.


La alegría de ver como alumnos nuestros progresan y mejoran, especialmente si no lo tienen nada fácil, es el mejor regalo que un docente puede recibir. Me contaba Marian que cuando estaba en la ESO no acudía a clase porque no se sentía bien allí, sufrió mucho. El PCPI debió de ser su tabla de salvación, su oportunidad de abrirse camino en un mundo educativo que hasta ese momento no le había sido propicio.


Me pareció maravilloso, como un cuento de nuestra época.

El cuento tiene como rasgo principal la brevedad, la intensidad y la simplicidad en el tratamiento de sus elementos. Los personajes suelen ser perfilados de forma simple y se dan pocos detalles de ellos (en los que se inventaba mi madre cuando eramos pequeños los protagonistas eran cercanos, sencillos, sin artificios y por eso los recuerdo). La acción también debe ser sencilla y suele mostrar un orden lineal.

Me parece que el de aquí muy lineal no es, pero puede que los demás elementos sí se den.


En la historia de Marian todo lo que le ha ocurrido es mérito suyo, de su cabezonería y de su afán de superación.


A la edad que conocí a la protagonista el sistema educativo ya le había encasillado, le había dado por fracasada y ella demostró que solo necesitaba una oportunidad, la posibilidad de encontrar su lugar, la fuerza necesaria para vencer todo aquello que le había impedido demostrar su valía. En los grupos de Grado Medio tengo más como ella, jóvenes que van venciendo ese juicio que en ocasiones emitimos demasiado pronto sobre su capacidad y posibilidades.


Los detalles sobre todo lo que le ha costado llegar donde hoy está no serán relatados, se los queda la protagonista como mochila vital, como parte importante de lo que a muchos de ellos les toca enfrentar cuando no tienen todo a favor y necesitan traspasar un sinfín de barreras.


Un final impactante dicen que es requisito indispensable de este género. Lo que le deparará el futuro está por escribir. Este es un cuento con final abierto, pero seguro que tendrá mucho que ver con toda una lección de perseverancia y superación.



La historia de Marian me permite seguir creyendo que las tramas protagonizadas por algunos de nuestros alumnos son las más hermosas, por extraordinarias y memorables.


La vida es rara a veces, por inesperada.

 

“Al fin y al cabo,

somos lo que hacemos

para cambiar lo que somos”.

E. Galeano

Fuente: El libro de los abrazos.

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